27 de junio de 2011

Heroína sin capa ni espada


Pocas son las ocasiones en las que te cruzas con personas que son realmente un ejemplo de vida,  ya sea en el plano profesional, personal, artístico o lo que en ese momento ellos hagan que capte tu atención. Para suerte mía, he conocido desde hace 29 años (casi 30) a una persona que ha demostrado tener la fortaleza emocional, y salud, de un roble; de esas personas que te hacen dar cuenta que tu máximo problema es una ridiculez comparado a lo que normalmente ha sufrido y que, a pesar de ello, puede ser capaz de regalar una sonrisa, un abrazo, un beso y cualquier cosa que puedas necesitar.




Su infancia no fue para nada grata, pues la vida azotó a esta persona con múltiples carencias, vivió en carne propia el estigma de jamás ni haber dicho en más de 75 años la palabra “papá” y no haber conocido la sensación de protección que todo niño tiene cuando sabe que todo estará bien una vez que su padre tome conocimiento de cualquier drama que pueda estar pasando.A eso se le suma las escasas ocasiones en las que disfrutó de juegos infantiles, pues ser casi la cabeza de tu familia a los 8 años te quita toda posibilidad de coleccionar muñecas, jugar a las escondidas las 24 horas del día, dormir hasta tarde y hacer todas esas travesuras que los adultos recuerdan en sus múltiples reuniones sociales.

A medida que sus relaciones iban aumentando (amistades y familia) encontró múltiples rechazos y humillaciones injustificadas por parte de las personas de las que esperaba una fuente de tranquilidad y cordialidad. Precisamente, ello aún es una herida que no ha logrado cerrar del todo, pues a pesar que los años han pasado, y aún cuando el 90% de esas personas están en un mejor lugar que en el que vivimos, no ha escuchado de la boca de esas personas la palabra “disculpa”.

A pesar de todo lo vivido, es una persona capaz de dar amor a quien se refugie en su regazo. No tiene reparos en dar aliento y cariño a quien quizá jamás conozca; a su encuentro siempre podrás encontrar esa mano maternal que hará que cualquier problema que te azote sea como un cosquilleo infantil.

¿Dónde está el ejemplo que mencioné el iniciar mi post?: En los 29 años que conozco a esa persona jamás escuché de su boca una crítica o insultó a esa figura paterna que se autoexcluyó de su vida y  que jamás tuvo reparo en mitigar los daños causados por su ausencia. Por el contrario, siempre escuché, incluso con cierto orgullo, las historias con sus múltiples logros profesionales, algunos obtenidos luego de aquella inexplicable separación, y que esa persona guarda como testigo fiel de esos pocos años en los que saboreó el significado de familia.




Jamás escuché un insulto, improperio o manifestación de rencor contra esas personas que la humillaron y trataron mal; y aunque parezca mentira, he escuchado palabras de compasión y pena para con toda la gente que causó diferentes penas a lo largo de su vida. Cualquiera que hubiese estado en sus zapatos odiaría sin medida a quienes le hicieron daño, procuraría alejar su mala vibra de su entorno y hasta se sentiría reconfortado con las desgracias de sus enemigos, pero ella no es así, los ángeles como ella no tienen espacio en su corazón para el rencor.

Aveces tengo una teoría, fría y calculadora, que pretende explicar aquella capacidad de perdonar y no guardar rencor en su corazón: mientras todas esas personas gastaban su tiempo maquinando aquellos actos que buscaban dañarla y humillarla, esa persona gastaba sus energías cuidando y criando a sus hijos, inculcándoles valores y procurando darles una educación que les permita vivir tranquilos y educar con los mismos valores a sus hijos.  Mientras esas personas se burlaban de sus ropas sencillas, ella ahorraba cada centavo para darle la mejor educación a sus hijos.

Hoy,  una de las personas que más admiro goza de una vejez sin preocupaciones, goza del inmenso cariño de toda su familia, que es el mejor escudo contra cualquier mala vibra. Hoy esa persona está descansando en su cama, viendo televisión, esperando el desfile de hijos, nietos, bisnietos, sobrinos y amigos que la visitan y que le recuerdan que  la mejor recompensa a los contratiempos que da la vida es una sonrisa. Hoy esa persona no hace más que dar el ejemplo que el rencor no te deja avanzar, que el perdón te da esa tranquilidad que te permite desarrollar esos otros aspectos de tu vida que te harán dichoso y rico.




Hoy quiero darle un homenaje en vida a mi abuela, aquella mujer que no solo es buena con quienes son buenos con ella, sino que es buena incluso con quienes en algún momento se portaron mal con ella misma. Hoy he sentido la necesidad de promocionar a esa persona, que aún sigue viva y que causa en el 100% de las personas que conoce paz y tranquilidad. Hoy puedo decirle a cualquier persona que mi abuela también es su abuela, pues no dudará en darte cariño y afecto si te acercas a pedírselo.  

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