24 de febrero de 2011

Redención!



Javier se levantó sobresaltado como cada mañana, sus fríos y torpes pies evidenciaban la debilidad que lo aquejaba, pues hacía muchos días que no probaba bocado, se alimentaba de algún trozo de pan que conseguía y una taza insípida de té. Sus ojos personificaban el cansancio y el desencanto de la vida,  que hacía muchos años aquejaba su alma, la decepción respecto a una sociedad indiferente y, por qué no, los sentimientos suicidas que sentía desde niño.


Él venía de una familia pobre, su padre murió cuando apenas tenía ocho años, pero esa figura paterna no había estado ausente a lo largo de su vida. Javier recordaba a la perfección cada golpe que su progenitor le asestaba en un intento de aliviar las frustraciones por tener un hijo moreno, cuando toda la familia era descendiente de inmigrantes italianos.


Recordaba como si fuera ayer la manera cómo la madre lloraba con cada golpe que su furibundo esposo le propinaba diariamente al retornar al hogar, totalmente ebrio y cegado por unos celos enfermizos, casi esquizofrénicos, que pintaban a la mujer como una dama de la calle.

Javier pensaba que sus padres habían salido de un basural, que eran producto de un reciclaje anómalo producido por la exposición de sustancias tóxicas derivadas de toda la basura que la sociedad trasladaba a las afueras de cada ciudad.

Casi no había recibido educación y tampoco cariño de ninguna persona. Su madre decía que durante su embarazo intentó abortar sin éxito, que había tomado cuanta pastilla encontraba en la basura de los vecinos, con el afán de interrumpir su indeseado embarazo. La única mujer que mostro cierto interés en su bienestar fue Cecilia, su profesora de primer grado, pero al no tener recursos para seguir estudiando, no la volvió a ver.


Javier recordaba como Cecilia se preocupaba por asear su delgado cuerpo en las horas del recreo, el esmero que ponía cuando le invitaba una escueta merienda que eventualmente traía para compartirla al finalizar el día escolar. No pudo sacar de su mente el recuerdo de aquellas manos ásperas rozando su cabeza y en ocasiones su espalda. Si Javier no conocía el significado de madre amorosa, Cecilia era casi una candidata a ocupar ese significado.

Cada navidad Javier caminaba por las calles de Banolia, esperando ingenuamente que alguna persona se compadezca de él y le invite algún potaje o, quizá, esperaba que algún conductor ebrio por el festejo de las fechas navideñas acabe con su miserable vida.

Pero aquella noche, Javier no imaginaba que a sus 16 años la vida le tenía preparado algo más………………..

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